
No olvido el día en que mi mamá tomó la decisión de adoptarme. ¿Recuerdan? Siendo un perro de la calle, lleno de garrapatas, débil y temeroso por la dura forma de sobrevivir cada día, era para mi un alivio enorme sentir el abrazo de mi humana porque durante mucho no había sentido amor, y a su vez, un alivio refrescante después de deambular por las calles bajo un sol inclemente, en busca de un trozo de comida y una gota de agua.
Sentir que las garrapatas habían dejado de succionar mi sangre, fue otro alivio enorme que hoy no quiero recordar. Era una vida muy difícil. El veterinario que me atendió, recomendó desparacitarme antes de iniciar ciclo de vacunación porque mi organismo no estaría preparado para que la vacuna actúe correctamente. Me dijo que normalmente se hace para todos los casos. Pasados 15 días, iniciamos mi ciclo de vacunas, que según el país, puede variar por legislación.
En mi caso, iniciamos con la vacuna de la rabia. Debo proteger a mi mamá perruna. La vacuna tiene efecto a patir del día 14, más o menos y de ahí en adelante, hasta un 1 año. Como sé que voy a estar muy bien cuidado, para la segunda vacuna, espero que cubra hasta 2 años. El veterinario me explicó que la siguiente dosis está relacionada con enfermedades propias de mi especie como son el moquillo canino, la hepatitis infecciosa canina, la leptospirosis, parainfluenza y hasta coronavirus. Claro, el veterinario me advirtió que en todo caso, el programa de vacunas será para cada perro según su historial clínico.
Debo confesar que, aunque he sido un valiente, la vacuna dolió. Bueno, no sé si más a mí o a mi mamá perruna. Después de ir al veterinario, nos reencontramos en el auto con mi hermano Draco. De allí, nos llevaron a una pasteleía para mascotas y nos compraron helado para regresar luego a casa.
También puedes leer Mamá, gracias por adoptarme El día más feliz
Pingback: La castración canina La castración en perro para mejorar su salud