Aunque parecemos hermanas gatunas, mucho antes de esta historia, no nos conocíamos y todo comenzó un día cuando nuestro humano decidió tener una mascota. Por fortuna, pasaron dos acontecimientos para que hoy estemos contando este cuento.
El primero de ellos, fue que nuestro humano se decidió tener un gato como mascota y el segundo, optó por la adopción de mascotas. Tiempo después nos enteramos sobre más detalles que llevaron a la toma de decisión de nuestro humano. Y bueno, lo contaremos otra día.
Por ahora, les contaremos que cuando nos conocimos. Chavela era un gatita de tan solo 2 meses de nacida. Era muy pequeña. Y yo, para esa época, era más grande y me llamaba Pelusa. Tenía 9 meses y a diferencia de Chavela, mi vida
fue un poco más agitada porque mi anterior humana, quien me consentía, me daba más libertad por lo que disfrutaba de estar por los tejados, huyendo de los perros del vecindario y cazando cuanto animalito me llamaba la atención. A veces, le llevaba uno a mi humana como muestra de su cariño. Ella lo rechazaba sin entender lo que significaba para mí reconocerle su amor por mí. Hoy, me río de esas épocas. Andaba con mis garritas sucias y siempre expectante. No niego que de vez en cuando, añoro esa libertad.
Chavela en cambio vivió en una casa donde la consentían mucho. Tenía su propia cama, cobija y juguetes. De seguro muy poco se acuerda de ello. Era muy blanca, parecía una mota de algodón y lloraba por todo. Ja ja ja ja Eso si no ha cambiado. Sigue siendo muy chillona y quejetas.
Chavela fue su nombre de siempre por lo que mi humano decidió cambiarme el nombre por Frida en referencia de las dos artistas mexicanas.
Bueno, nos despedimos por ahora pero esperamos que sigan en contacto con nosotras para compartir más historias.
También puedes leer